Febrero ha sido un mes muy especial en nuestro Curso de Astrología Avanzada. José Ignacio nos ha hecho explorar los rincones de una casa que no es como las demás. Que no nos puede dejar indiferentes, nunca.
Dentro de ella, nada tiene forma, aunque las puede aparentar todas. Nada tiene nombre, pero le podemos poner cualquier nombre. O ninguno. Tal vez, prefiramos fingir que no hay nada, aunque, de alguna manera, muy imprecisa, intuimos que hay demasiado. Más de lo que podemos soportar.
No es fácil orientarnos. Es una casa de niebla y espejos, y está hecha, como suele decirse, del material con el que se fabrican los sueños. Es una casa de silencio, aunque el ruido pueda ser ensordecedor. Aquí es donde reina el gran maestro de la magos e ilusionistas, el inefable Neptuno: nos encontramos (“¿encontramos?”) en la insondable, en la misteriosa, en la desconocida Casa 12.
No es de extrañar que esta sea una casa mal entendida. Porque no nos habla tanto del mundo del afuera, como las otras, como de nuestro mundo más interior, el de nuestro inconsciente, no personal, sino colectivo. Aquí está el registro de toda la experiencia humana, y la persona con planetas en la casa 12 está llena de cosas que su psique no puede asimilar fácilmente. ¡Qué carga tremenda!
Más que ninguna otra casa de nuestra carta natal, la casa 12 nos invita, realmente nos empuja, a explorarnos, a enfrentarnos a nuestros miedos y anhelos más irracionales, a los rincones más ocultos de una memoria ancestral. Más que ninguna otra casa, nos llama al camino del desarrollo personal. Trabajando en nuestra casa 12, es donde hallaremos nuestros talentos más valiosos, más espirituales y sanadores, nuestros auténticos tesoros escondidos.
Es por eso que estas clases nos han tocado más de cerca que ninguna otra, nos han removido algo que teníamos muy escondido, y nos han ayudado a estar más en paz con nosotros mismos.
Gustavo Capece